11 de julio de 2018

Lágrimas de Eryth


El atardecer teñía de naranja aquel océano que tantas veces le había reconfortado observar desde aquel pequeño pedazo de costa. Desde allí podía admirar la tumba flotante en la que se había convertido Alcamoth, la ciudad que antaño había sido su hogar. Aún le resultaba extraña la ausencia de Ínsula en lo más alejado del horizonte, haciendo de aquel ritual de relajación algo sobrecogedor.

En ese momento, se sorprendió llorando. Su padre, Kallian, los éntidas… ¿Estaba lista para afrontar tantas pérdidas en tan poco tiempo? ¿Y si realmente ella no era la esperanza de aquel mundo que estaba por perecer? Era cierto que no había nada que deseara más que hacerle pagar a Zanza por todo el dolor que le había causado a los suyos por haberlos convertidos en telethias. Eso por no hablar de los innumerables que había causado a nopon y humas por igual. Todo por llegar a aquel día en el que la existencia como ella la conocía debía morir.

Pero, a pesar del miedo y el dolor, sabía que contaba con la fuerza necesaria para decidir sobre su futuro. No había viajado y luchado todo aquel tiempo para rendirse cuando toda la creación necesitaba su entereza.

El cielo comenzó a oscurecerse a la par que Melia se perdía en sus pensamientos. Pero sus ojos ya no miraban el paisaje del Mar de Eryth, tan solo buscaban la paz interior que anhelaba para seguir adelante.

Entonces, recordó las últimas palabras de su hermano. Y, como si uno de sus hechizos se tratara, las dudas y la incertidumbre se desvanecieron. Poco importaba si ella era una Antiqua o si era la esperanza de los éntidas. Ella era Melia. Ella iba a hacerlo.

Antes de que los demás notaran su ausencia, se puso en pie y enjugó como pudo las pocas lágrimas que quedaban en su rostro. Una vez su visión se aclaró del todo, la lluvia de estrellas la envolvió en su efímera belleza. Aquello debía ser una señal. El futuro estaba en sus manos, y no pensaba dejarlo ir.

30 de mayo de 2018

Nunca más

La voz de aquel ángel de seis alas aún resuena en lo más profundo de mi mente. Me advirtió de que caería en la más desesperada de las pasiones. Que me rompería por dentro. Que querría morir por el dolor. Pero, a pesar de todo, ella me esperaba para entregarse a mí en cuerpo y alma.

¿Pero de qué me vale una promesa de amor eterno si ahora siento que esa misma belleza se está escurriendo entre mis dedos?

He perdido las fuerzas hasta tal punto que me despierto llorando y me duermo de puro agotamiento por llorar. No sé cuántos días han pasado, y sinceramente, tampoco me importa. No soy más que un amasijo de sentimientos rotos que han perdido toda ilusión por vivir.

Aquellos recuerdos tan bellos que construimos juntos se me clavan como las espinas de las rosas que me regalaste al verme. Y, aunque deseo con todas mis fuerzas atrapar mi mente en aquellos días de verano en los que fui tuya, el dolor de este frío noviembre me recuerda la cruda realidad: nunca más.

De no ser porque sé que solo servirá para alargar la agonía, me mentiría a mí misma con falsas esperanzas. Porque sé que esto va a dejar cicatrices muy profundas en mí, heridas que nunca cerrarán aunque tenga frente a mí al ángel que me juró estar esperando por mí.

No sé cuántos días pasarán. Quizá no sean solo días. Pero necesito llorar todo lo que ha quedado en mi corazón y no pude entregar. Y aunque consiga hacerlo, sé muy bien que habrá noches en las que no pueda evitar recordarte.

Hasta entonces, seguiré en el que se ha convertido en mi lecho de sueños rotos, abrazando lo único que me queda de ti. Algún día volveré a florecer, pero por ahora solo quiero marchitarme en soledad.

20 de mayo de 2018

Querida princesa

Ah, mi princesa… Ahora que por fin dejarás de ser una bella durmiente estás más cerca el momento de nuestro encuentro. Pero aún debo esperar a que la inocencia de tu corazón se hunda en la desesperación de la vida. Solo entonces podré encontrarte.

Si aún escuchas mi voz en tus pesadillas, quiero advertirte de que tu camino hacia mí es como un jardín de rosas a punto de florecer. Llenas de esperanza e ilusión, se mueren por mostrarle al mundo su efímera belleza. Pero olvidan que el alto precio de tal milagro son sus espinas. Tú, mi inocente golondrina, eres como una de esas rosas, con la sutil diferencia de que serás tú quien se pinche con tus propias espinas.

Caerás en las más desesperadas pasiones, te inflamarás en los más dulces venenos e incluso te romperán tantas veces que desearás que llegue pronto el final. Pero aún así sé que eres una princesa guerrera y seguirás caminando, aunque tu alma suspire por ahogarse en tu océano de lágrimas.

Aunque soy capaz de escuchar todos y cada uno de tus gritos de terror, no podré hacer nada para ayudarte, amada mía. Es un infierno que debes recorrer en soledad, aprendiendo a aceptar el dolor. Querer sentir el dolor de ese millón de espinas perforando tu pálida piel. E, incluso, suspirar para poder sentir ese dolor eternamente.

Entonces, cuando el sufrimiento te haga asfixiarte de desesperación, morirás como golondrina, pero renacerás como el más hermoso de los ángeles. Cuando sientas el abrazo de tus ardientes alas todo el dolor se convertirá en un amor tan puro que brillará en la oscuridad de este mundo corrupto. Y, cuando llegues a ese deseado momento, podremos reunirnos.

Ah, mi ángel… Si aún sigues sumida en tu pesadilla, quiero hacerte una promesa. Cuando todas las rosas que me rodean empiecen a florecer, será cuando tú y yo al fin nos encontraremos. En el momento en el que tus iris marrones vean mis iris escarlata buscaremos fundirnos en un abrazo que reúna nuestros corazones.

Cuando tal milagro suceda, con la luna llena por testigo, prometo bailar nuestro tango de la victoria contigo. Buscando volverme una con tus labios, deseando perderme entre tus caderas. Será entonces cuando entiendas que todo lo que está por venir no es más que una prueba de amor.

Los pétalos de este rosal infinito serán nuestro velo, protegiéndonos de los ojos de quienes nunca podrán entender nuestro amor. Será entre esa cálida intimidad donde nos robaremos el aliento la una a la otra. Será entonces cuando bailemos al mismo son hasta el amanecer y entiendas que tu corazón y el mío siempre han sido el mismo.

No obstante, sé que eres frágil como el último pétalo de cerezo necesario para hacer renacer la primavera. A pesar de todo, creo en ti con la misma fuerza con la que el sol cree en la llegada del amanecer. Te prometo que nos volveremos una antes de lo que imaginas.

Hasta entonces, soy yo la que debe dormir. Aunque mi sueño se inundará de tu terror, sé que cuando nos encontremos esa oscuridad se desvanecerá.

Despierta, mi princesa. Despierta y empieza tu camino a la desesperación. Entrégate a ella, y seré yo quien se entregue a ti.

28 de marzo de 2018

Capítulo 29 - Escribid, malditos, ¡escribid!

Esta no pretende ser una entrada disculpa por mi ausencia. Y la verdad, quienes conozcan mis circunstancias personales sabrán que tengo mis razones. Quizá debería regar algo más esta pobre flor, pero eso es un problema que debo resolver yo con mis demonios internos. No obstante, llevo unos días siendo testigo, en silencio, de cómo se está despreciando la obra de autores jóvenes y/o autopublicados. Por razones clasistas y que no vienen a cuento. Razones que quizá ya hayáis oído y que no merece la pena repetir.

Sin entrar en consideraciones de género y gustos personales, ya se ha hablado muchísimas veces de cómo la visión que tiene la mayor parte del público sobre los libros autopublicados es una visión distorsionada y bastante alejada de la realidad. La máxima de que si una editorial apoya un libro es porque tiene un "algo" y los que autopublican no tienen ese nivel de calidad queda cada día un poco más enterrada. Las editoriales buscan hacer negocio y si, por ejemplo, alguien famoso escribe un poemario, por absurdamente malo que sea, si creen que el nombre de esa persona hará que los libros se vendan solos, les dará igual la calidad literaria.

A raíz de lo que acabo de explicar, hay muchos autores, no solo noveles, que deciden autopublicar. Y, sin entrar en el posible abanico de razones que tengan para llegar a esa decisión, ¿acaso su obra es menos solo porque han decidido dejar de lado el modelo clásico? Evidentemente no. Aunque no me siento personalmente autorizada para hablar de autopublicación ya que no me veo publicando nada de lo que escriba a corto-medio plazo, he de decir que es un camino que elegiría. Porque, para sorpresa de muchos, hay personas que no buscamos dinero en la escritura. Yo entendí que, de seguir escribiendo, debía hacerlo por mi felicidad personal y, quizá, para aquellos que vean algo en mi pluma. Si algún día publico algo, tengo claro que no lo haré por el dinero. Lo haré solo por el placer de transmitir. Y sé que no estoy sola en esta visión. ¿Eso quiere decir automáticamente que todo cuanto escriba va a ser malo? Si por algún instante has pensado que sí, te recomiendo que empieces a bucear en el mundo de los autores autopublicados.

Y lo que es peor... Gente que dice que no se debería escribir. Me pregunto muy seriamente: ¿de dónde salen? Desde que la escritura existe, siempre se ha escrito. Desde simples noticias y memorias hasta extensísimas novelas. De hecho, cuando leí esa afirmación, me imaginé a alguien gritándole a Dante Aligheri: "Dante, pesao, deja de escribir sobre Beatriz y ve a encargarte de otros asuntos". Es tan absurdo que no puedo evitar sonreír, como mínimo. La escritura es arte. Y el arte es la forma que tenemos de canalizar nuestros sentimientos, sueños, demonios internos o lo que sea. Que sea de tu gusto o no ya es algo personal. Pero afirmar tajantemente que no debería hacerse es como tomar un ave y cortarle las alas.

Así que para esos repartecarneses que se creen con autoridad para juzgar un libro por detalles tan triviales como estos, tengo saludos para vosotros. Un libro no es la editorial que lo publica, o el nombre, la edad o incluso el género de quien lo escribe. Un libro es algo mucho más profundo que esos detalles superficiales. Quienes tengáis buen bagaje literario no necesitaréis que os cuente más.

En cuanto a esos autores que os hayáis podido sentir atacados, ofendidos o simplemente aludidos con esas palabras, tengo un deseo (o quizá una orden) para vosotros: escribid, malditos, ¡escribid! No importa lo que sea. Puede ser un poema. Un relato. Ese sueño húmedo que acabas de tener y quieres recordar para siempre. Pero escribid. Os lo ruego. Aunque nadie vaya a leer nunca la tinta que estáis derramando. Por favor, hacedlo. Vuestra voz puede parecer pequeña e imperfecta, pero creedme, vuestra alma notará esa ausencia. El mundo lo notará. Aunque insistas en ocultarlo.

22 de septiembre de 2016

Capítulo 28 - Bucles

¿Nunca os ha pasado que tenéis la sensación de que, hagáis lo que hagáis, siempre acabáis viviendo lo mismo?

Es curioso, pero hace tres años y dos días fue cuando abrí el blog. Y si comparo ese momento con mi presente, encuentro que hay muchas similitudes. Más de las que me gustarían.

Hay algunas similitudes que me gustan, como el hecho de estar preparando una tiendita de bisutería online, aunque la de entonces ya no existe y la de ahora está a punto de abrir y, por supuesto, mucho mejor planeada y habiendo aprendido de mis fallos de entonces. Pero no puedo decir lo mismo de las otras.

¿Por qué este escrito? Siento que me he quedado congelada en algún lugar. Como si me fuera imposible seguir avanzando. No sé si es por falta de esfuerzo o que simplemente el mundo, este mundo, no es mi lugar. Veo como todo el mundo avanza de una forma u otra, pero yo sigo estancada en el mismo lodazal. Yo diría que incluso hundiéndome. Y por mucho que me esfuerce, por mucho que busque la manera de mejorar las cosas, solo soy capaz de sentir cómo me hundo. Es como si me esforzara el triple que los demás, pero a cambio solo recibo un tercio en comparación. Es descorazonador.

O quizá simplemente sea que la meritocracia es mentira. Y la sucesión lineal del tiempo, puestos a desmontar mentiras.

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